jueves, 4 de febrero de 2016

A veces necesitamos un parón en el camino. Un parón en el que equivocarnos, en el que llorar, en el que pensar... Un parón. 

Un parón en el que te das cuenta que todo lo demás es absurdo y que lo que realmente importa es lo que se queda cuando todo lo demás se va. 

En este parón me he dado cuenta de que no soy dueña de lo que siento, que no elijo. Que el verdadero dueño de mis sentimientos es aquel por el que los tengo. Pero eso se ve después de mucho equivocarse. Después de cometer errores, recapacitar, redirigir mi vida. Después de todo eso me doy cuenta de lo que siento. 

Hay que perdonarse. Me equivoqué, sí. Pero hay que perdonase. También hay que ser egoísta. Egoísta por una última vez, eso sí. ¿Y si sale bien? Durará toda la vida. Lo sé. 

Una vez has aclarado lo que sientes y por quien lo sientes y cuánto lo sientes no hay mucho más que decir. 

Te quiero hoy, te quise ayer (aunque me equivocara) y te querré mañana. Y así cada día hasta el resto de nuestras vidas. 

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